martes, 1 de septiembre de 2009

El día que la furia me invadió hasta lo insospechado.


Ya os he contado que suelo tomar café y normalmente media de tomate en el bar La Fontana, justo en frente de la EPS de Linares. Suelo pedirlo con leche, no vuelvo a beber leche hasta la próxima mañana por regla general por mi desmedida afición al café solo. (¿Habéis reparado en que somos el único mamífero que sigue tomando leche tras la lactancia?) Tras pedir lo de siempre, o casi siempre porque a veces paso de la tostada, si tengo un periódico al lado le echo un vistazo.

En La Fontana tienen el ABC, Ideal de Jaén y el AS. Como digo si tengo alguno cerca le echo un vistazo como hace todo el mundo, nada particular, y como todo el género masculino valoro la contraportada del AS. Pero no suelo pedirlos ni ir a por ellos, espero mi desayuno cigarro en mano.

Una mañana mientras me encontraba allí, como todos los días sin poder asegurar con precisión la hora vi una portada del Ideal que me hizo poner el grito en el cielo. Por mucho que pusiera aquí negro sobre blanco (blanco sobre negro que el blog está configurado así) no os podríais hacer una idea de la que me entró encima. Se me tensó la vena del cuello, se me aceleró la respiración y posteriormente la tostada hasta me cayó mal. Exagerado diréis, puede ser.

Había una foto a cuatro columnas en la que se veía una de las salas del rectorado de la Universidad de Barcelona invadida por ropa, una especie de cocina de campaña, una bombona de butano y el desorden era palpable. Los amiguetes antibolonia habían acampado allí sine die con el permiso o la aceptación velada del Rector.

Hasta ahí simplemente se puede reparar en el desorden y el caos latente y comenzar a hacerse la opinión personal de si es de recibo que los “punkis” invadan un lugar público o no. Antes de proseguir, tuvieran razón o no, la sala del Rectorado no está para ver a cuatro desarrapados haciéndose café por mucha razón que tengan. Tienen todo el aparcamiento para poner su chiringuito, sus banderas republicanas o esa tan fea que muestra una estrella de estética comunista sobre las bandas amarillas y rojas de la bandera catalana. No tendría yo objeción alguna si quisieran llevarse una lavadora o sillas para pintar mejor los carteles que luego exponen junto a cartones de vino y perros mal peinados.

Y entonces leí que habían en la sala donde tenían la cocina cuadros de la Pinacoteca Nacional del Museo del Prado. Pinturas cedidas por el museo para adornar como merece un edificio público y que son patrimonio de todos y cada uno de los españoles. Hay gente con una actitud bastarda cree que lo que es de todos no es de nadie. Bastardos así los hay en el gobierno y hasta en la cofradía más pequeñita.

Fue cuando examine mejor la foto y atendí atónito al espectáculo visual. Había unos cuadros, más o menos bellos, grandes, nuestros, que están allí para cumplir varias misiones. Adornar con historia, embellecer y dar una bienvenida confortable al visitante, mostrar el arte de este país desde una tribuna que debería ser honorable (y que no es precisamente la zafia película “Mentiras y Gordas” en la que participa la ministra Sinde) y de paso enseñar a los estudiantes de arte que se puede hacer este sin caer en la demagogia en busca del subvencionismo. Justo debajo de ellos el tinglado de los mimos, izquierdistas, pancarteros, antiglobalización, antibush y USA y pro ocupación de viviendas abandonadas.

Estos impresentables que no tienen ni idea de lo que van predicando y a veces van de la mano de ERC, IU o cualquiera que les siga el rollo son tan malos y tan cutres haciendo chiringos como eligiendo modelito y peinado.

Son ellos mismos quienes aguardan al Rey o algún político o empresario para abuchearle y tocarle la cara a mejor poder ser cuando se atreven a ir a dar conferencias a la mencionada universidad. Y eso que son antiviolencia.

Muchas veces acaban con la cara como un mapa, porque aunque la pasividad y la permisividad de las autoridades catalanas con estos delincuentes es más que notoria a veces no queda más remedio que sacar la porra. O sacarlos a rastras como unos meses después ocurrió en la sala del rectorado.

Estuve un buen rato mirando la foto, estaba muy irritado. ¿Pero será posible que tengan instalada una cocina delante de cuadros que valen más que todos ellos juntos? ¿Pero será posible que les hayan permitido montar el circo a expensas de que destrocen obras históricas propiedad de todos? ¿Pero ese rector es un pedazo de subnormal (sí, subnormal y le diría más cosas a pesar de saber que no está bien insultar a nadie y que podría utilizar un eufemismo) que antepone salir elegido de nuevo a cumplir con su obligación como responsable público?

La situación me pareció de tamaño calibre que me puse de un mal humor tan visible que no seguí leyendo y me hice fuerte en una esquina de la barra para que nadie me viera por si se me subían los colores.

No lo comenté con nadie absolutamente y mientras en mi cabeza ahondaba la idea de la frustración. Pensaba;

Visto que el rector no hacía nada ¿No vive más gente en Cataluña? ¿No ve más gente la misma foto que yo con sus propios ojos? ¿No se ha quejado nadie en el tiempo que llevan ahí esos farsantes? ¿En El Prado no piensan ir a retirar los cuadros en este mismo instante? ¿Pero en manos de qué canallas estamos dejando nuestro país, nuestra historia y nuestro arte? ¿En manos de qué clase de cobardes farsantes está la oposición a la traición de la tradición? ¿Qué clase de miserables pueden pedir el voto para el cambio político y no son capaces de plantarse allí de inmediato y exigir que retiren a la gentuza esa de la sala o al menos no moverse de allí mientras la policía o quién demonios sea retire y salvaguarde los cuadros?

Estaba decidido, furioso, era primeros de mes pero tan primeros que no había cobrado aún la paga mensual de la beca de la Universidad de Jaén (Pagan mal y tarde y a veces incluso tengo que recordar en asuntos económicos que no estoy muerto, aunque verdaderamente la chica de allí me trata con exquisita educación, estoy seguro que es un sol aunque sólo he hablado con ella vía inalámbrica) De tener ese dinero cogería el primer tren a Barcelona y me plantaría allí, no me importaba nada más en el mundo en ese momento. Iría allí, entraría en la sala y tendrían que sacarme por la fuerza. Y debí haberlo hecho.

La estación de Linares-Baeza (romántico sitio para Joaquín Sabina en su canción Medias Negras) está a cinco kilómetros de Linares. Pagaría el billete a Barcelona y me prepararía para chillar, protestar e incluso para que algunos hippies me increparan o me pegaran. Sentía la necesidad de hacerlo, estaba demasiado cabreado, mi cabreo se extendió y se hizo más profundo por no haber cobrado, por no haber conseguido llegar más alto cuando tuve la oportunidad en el partido político. Yo quiero defender esas causas y no tengo el mínimo miedo a una horda de bellacos intolerantes que van por la vida protestando por todo sin tener remota idea y destrozando mobiliario urbano en sus manifestaciones. El mismo que ni entre todos podrían pagar.

Diréis que mi reacción es desproporcionada. Y yo os aseguro que de haber tenido el dinero para viajar a Barcelona lo hubiera hecho y me hubiera vuelto con la cara hinchada sin el menor arrepentimiento mientras llamaba la atención de todo un país que está durmiendo, olvidando quien es, quien ha sido y tiene por objetivo autodestruirse.

Nadie en esta España, que tenga un mínimo de sentimiento y orgullo por esta tierra puede quedarse indiferente ante esa fotografía. No es una situación baladí, es un reflejo de lo que estamos consintiendo en el viaje a la locura que andamos haciendo. Unos por acción, otros por cobardía, otros por intereses espurios, otros por desinformación y muchos por hartazgo.

La Pinacoteca Nacional no puede prestar cuadros para que se llenen de piojos, de humo de canutos, de dióxido y monóxido de carbono de una combustión de un quemador de camping gas a menos de dos metros de distancia, de olor a tortilla francesa.

Nadie en Cataluña se plantó en defensa de los cuadros, nadie. Sé que meses después desalojaron la sala. No me vale, es que ni un minuto, ni un segundo y permitir ¿Una cocina? ¿Pero bueno?

En este país hacen falta héroes parece ser.

Si me coge allí la armo gorda. Tanta movilización de protesta, tanto acto en Cataluña en defensa de la nación. ¡Pico y pala! ¡Inmediatez y coraje! ¡Coraje y amor propio es lo que falta!. Palabras, mamarrachadas y milongas estoy harto de escuchar. Hechos son amores y no buenas razones.

Tengo grabada esa imagen en mi cabeza, no puedo borrarla y contaré a mis nietos esta anécdota como reflejo de los tiempo que viví.

PD: No he encontrado la foto de portada pero aquí tenéis otra.

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