sábado, 29 de agosto de 2009

Respira.

Mientras respiras y lees este texto (Voy a empezar fuerte, siente que respiras, ahora no puedes parar de pensar en ello)

Nos olvidamos de respirar porque pensar en ello nos recuerda que no somos inmortales, que somos imperfectos y que estamos a expensas del oxígeno a tan corto plazo que la idea de haber sido capaces de colonizar un planeta llega a hacerse tan infinita como nuestra mente sea capaz de visualizar.

Los sucesos relevantes de nuestra vida van acompañados de respiraciones acordes; nerviosismo, alegría, risa, enfermedad, tos, pasión, esfuerzo, amor, vergüenza, odio, furia y cada sensación vital acompañada con el vaivén de la caja torácica. Unas veces más fuertes, otras oscilaciones tan leves que resultan casi ingrávidas.

Lloramos a rabiar cuando recibimos el primer aliento ¿Será por qué sabemos de nuestra infinitesimal importancia? ¿Sabemos de nuestra fragilidad y nos da coraje? ¿Sabemos de nuestra de fecha de caducidad y nos entristecemos? Tal vez miramos a la madre y sentimos su respiración desde fuera de su lecho y queremos volver lo más pronto posible a recuperar la sensación de protección en su seno sabedores de que ahora nos toca a nosotros.

En cierto modo es extraño que lleguemos al mundo entre llantos y muchos se vayan hastiados, como pidiendo la hora, deseando marcharse. ¿No queremos entrar y después ansiamos salir? Cualquier observador no inercial diría que la fantástica aventura debe parecer un castigo. Para suerte y desgracia de algunos y otros el observador está tan equivocado como acertado.

¿Lloramos al nacer porque nos da miedo? ¿Es el ser humano en realidad un cobarde que no se atreve a enfrentarse al mundo y pretende retrasar con el pataleo todo lo posible la confrontación? De ser así ¿Por qué hemos consentido que la aventura de la vida consista en enfrentarse al mundo y salir ganando? -En realidad tengo una dura respuesta para eso. Los recursos son finitos, los pretendientes menos finitos-

Respiramos como los animales pero ya no somos exactamente como ellos. Nos parecemos en multitud de aspectos fisiológicos pero ¡Ay amigo! En los psicológicos no nos hemos distanciado tanto. Y a ver si entendéis esto que planteo. No somos exactamente como ellos porque mentalmente nos comportamos tan egoísta y tribalmente cual lobo estepario o manada de elefantes acotando el territorio y los recursos. Somos diferentes porque nos comportamos igual pudiendo no hacerlo.

El Tao habla de un sabio que nada tiene y así ninguna envidia despierta haciendo de su vida una aventura maravillosa sin que nadie repare de su existencia.

Mientras tanto muchos sabios y admirables de hoy andan comparando mercedes último modelo con jaguars, mirando l@s espos@as de otros o parejas y comparándolas con la suya propia inmersos en un mundo de consumo destructivo. Pero es cierto y mucho que el sabor de un vino caro no es comparable al vino del país. La cigala grande y fresca no es igual que la sardina arenque y si algunos fueran más listos dirían que no es para tanto mientras se ponían las botas ante la ignorancia del gran personal.

No contentos con haber construido un mundo de batalla armada real y a base de flechas, cañones y balas, cuando hemos logrado organizarnos en comunidades en paz se nos ha ocurrido crear la publicidad. No nos conformamos con un nivel de bienestar en un ratio particular bastante oneroso, siempre queremos saltar más alto.

Creamos productos primero y luego la necesidad de ellos, hacemos sentir miserable a quien no siente la necesidad de tener y acaba teniendo la necesidad de querer no conocer.

La publicidad consigue multiplicar por diez el precio de una botella de cola. Nos roba nueve alientos o al menos ocho

La publicidad es el negocio más vil que conozco. Permanente fuente de deseos y decepciones y hace falta ser un bellaco para jugar con las emociones y los deseos de niños y adultos. ¿Por qué a los ancianos la publicidad se las trae floja? Vamos a contestarnos cada uno.

Es ruin fabricar el mismo producto y venderlo bajo dos marcas, la barata y la cara, sin que el personal lo sepa. La diferencia de precio por una cosa que tiene exactamente el mismo valor que otra se traduce en fracciones de horas de trabajo del comprador. No hace falta recordar que el dinero no cae del cielo.

Así que si el universo nos permite un determinado numero de respiraciones previas a la muerte algunos espabilados consiguen entretenernos respirando más veces y más rápido en el trabajo para conseguir pagar el sobreprecio ficticio.

¿La publicidad nos lleva a la muerte prematura? Puede ser.

Respira.

No hay más, ni planteamiento, ni nudo ni desenlace. Ya digo que no sé si el caos me acepta a mí.

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